- Las quejas por la falta de insumos, la tardanza en la atención y la escasez de especialistas son comunes y documentadas
Rafael Pascual
A cinco años de que el gobierno de México prometió un sistema de salud similar al de Dinamarca, el Hospital General de Cancún, Jesús Kumate Rodríguez, ofrece un ejemplo elocuente de lo lejos que está de materializarse esa meta.
Aunque recientemente se anunciaron inversiones en equipamiento y mantenimiento, la realidad diaria de este hospital es la de saturación, carencias y largas esperas que reflejan un sistema que sigue funcionando a cuentagotas.
Moisés Toledo Pensamiento, titular del Órgano Público Desconcentrado (OPD) IMSS-Bienestar en Quintana Roo, informó que la federación dotará al hospital de tecnología médica de alta gama y realizará trabajos de mantenimiento integral a quirófanos y cuartos de máquinas. Afirmó que esto permitirá ampliar la cobertura y calidad de los servicios médicos gratuitos para la población sin seguridad social.
Sin embargo, este tipo de anuncios han sido una constante en los últimos años sin que se traduzcan en mejoras estructurales palpables para los pacientes. Lo que Toledo Pensamiento califica como “acciones clave” llegan con años de retraso. El hospital general ha operado durante mucho tiempo bajo una alta demanda, con recursos humanos y materiales limitados. Las quejas por la falta de insumos, la tardanza en la atención y la escasez de especialistas son comunes y documentadas.
Cancún es una ciudad con más de un millón de habitantes —una de las que más crece en el país— y su hospital general es insuficiente para atender la demanda, especialmente la de población sin acceso a seguridad social formal. La falta de infraestructura complementaria, la poca articulación entre niveles de atención y los rezagos en salud preventiva han colapsado por años la capacidad de este nosocomio.
Los anuncios de nuevo equipamiento, mantenimiento de quirófanos o la entrega de credenciales para agilizar la atención son, en apariencia, medidas positivas.
Pero llegan como paliativos a un sistema enfermo: no hay claridad sobre cuántos equipos nuevos se instalarán, cuánto personal médico se contratará para operarlos ni si habrá recursos sostenidos para su mantenimiento. Tampoco se habla de mejoras en condiciones laborales para el personal ni del fortalecimiento de la atención primaria, clave para descongestionar los hospitales.
Por ejemplo, el modelo IMSS-Bienestar ha sido el eje de la política de salud del actual gobierno, con la promesa de atender de manera universal a quienes no tienen seguridad social. En la práctica, el proceso ha sido lento, opaco y desorganizado. El traspaso de hospitales estatales a este esquema ha generado incertidumbre laboral, descoordinación administrativa y, en muchos casos ha mantenido las deficiencias estructurales intactas.