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domingo 27 julio 2025

“Motociclistas sin control: La otra emergencia vial de Cancún”

  • En este año 1,169 motos se han visto implicadas en choques, con una tendencia ascendente que no puede seguir ignorándose

Rafael Pascual

Cada vez que una motocicleta se estrella en las calles de Cancún, no solo se escucha el crujido del metal: se rompe también la ilusión de movilidad económica, se fractura una familia y se desangra un sistema de salud ya de por sí colapsado. Lo que comenzó como una alternativa accesible al transporte, hoy se ha convertido en un problema social de proporciones alarmantes.

Las cifras son claras. En 2015, el estado registró 823 accidentes de motocicleta. Ocho años después, en 2023, la cifra se disparó a 3,904 incidentes. Para 2024, hubo una aparente disminución con 1,855 accidentes, de los cuales, 666 involucraron motocicletas. Pero la tregua fue breve: en lo que va del 2025 —hasta el 26 de julio— ya se han reportado 3,078 hechos de tránsito, con 1,090 de ellos protagonizados por motociclistas. En total, 1,169 motos se han visto implicadas en estos percances, una tendencia ascendente que no puede seguir ignorándose.

Aunque no hay datos precisos sobre el número exacto de motocicletas en Cancún, la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan) a través del Sistema de Administración Tributaria de Quintana Roo (SATQ), sostiene que a nivel estatal hay al menos 300 mil vehículos de dos ruedas.

Hospitales rebasados, vidas truncadas

El Hospital General de Cancún, epicentro de la atención a víctimas de tránsito, se ha convertido en un silencioso testigo de esta epidemia. Su sala de urgencias recibe diariamente a jóvenes con fracturas múltiples, traumatismos craneoencefálicos o lesiones internas. Muchos no llegan con casco, muchos no tienen seguro. Algunos, simplemente, ya no llegan con vida.

Y aunque el drama se vive en los quirófanos, el problema nace en las calles: falta de precaución, exceso de velocidad, ausencia de casco y mínima o nula supervisión de las autoridades. Todo esto conforma un cóctel mortal que sigue creciendo, en parte, por la permisividad institucional y una débil cultura vial.

Historias que duelen

La noche del sábado 26 de julio, Lissie Karime, de apenas 24 años, falleció en el Hospital General tras varios días internada en estado crítico. Viajaba con su novio en una motocicleta Yamaha R3 cuando, según reportes, un auto les cerró el paso en la avenida 20 de Noviembre con prolongación Tulum. Él conducía con exceso de velocidad, ella iba sin casco. No pudieron frenar. El impacto fue brutal.

A pesar de los esfuerzos médicos, Lissie no sobrevivió. Su pareja, detenido mientras se deslindan responsabilidades, enfrenta ahora no solo un proceso legal, sino también el peso de una pérdida irreversible.

Otro hecho, ocurrido el 24 de julio, estremeció la Región 227 de Cancún. A las 06:10 de la mañana, una motocicleta se incrustó contra un autobús de la empresa Auto Tur. El conductor del autobús, según testigos, realizó una maniobra indebida que cortó la circulación del joven motociclista, quien terminó tendido sobre el pavimento. Fue llevado al hospital en estado delicado. Un accidente más en el largo conteo de tragedias diarias.

Rodadas sin control: adrenalina que pone vidas en riesgo

Otro fenómeno que agrava la crisis vial en Cancún es el de las rodadas nocturnas sin control, donde decenas de motociclistas circulan en grupo a alta velocidad, sin medidas de seguridad y muchas veces sin respetar semáforos, carriles o límites de velocidad. Lo que para algunos representa una válvula de escape y una expresión de libertad sobre ruedas, para otros —peatones, automovilistas y familias enteras— es una amenaza latente que puede terminar en tragedia.

En estas concentraciones espontáneas, es común ver a jóvenes sin casco, haciendo acrobacias o invadiendo vialidades principales sin ningún tipo de supervisión. La falta de regulación y vigilancia por parte de las autoridades ha permitido que estas prácticas crezcan sin freno, convirtiendo a las calles en pistas de riesgo donde la adrenalina se impone sobre la ley.

Un llamado urgente

La mayoría de estas víctimas no cuentan con seguro. El costo de atención —cirugías, hospitalización y rehabilitación— recae en sus familias o en el ya saturado sistema público de salud. Lo más grave es que muchas de estas tragedias pudieron haberse evitado con lo mínimo indispensable: casco, prudencia, respeto a los límites de velocidad y la aplicación estricta del reglamento de tránsito.

Es tiempo de dejar de normalizar el caos sobre dos ruedas. Las motocicletas no deben ser sinónimo de peligro ni de muerte. Corresponde a las autoridades hacer valer la ley, reforzar los operativos, garantizar la capacitación de conductores —incluidos mototaxistas— y, sobre todo, frenar la impunidad vial.

Y a los motociclistas: este no es un regaño, sino una súplica. Su vida vale más que un apuro, más que un atajo. Usar casco no es opcional. Respetar las normas no es una sugerencia. Es, literalmente, la diferencia entre volver a casa… o no volver ya nunca.

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