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viernes 10 octubre 2025

Caos en el nuevo Poder Judicial

El nuevo Poder Judicial Federal atraviesa una de sus etapas más críticas y caóticas en décadas.

Las reformas que dieron pie a la elección de magistrados, jueces y ministros se han convertido en un experimento fallido, cargado de improvisaciones, disputas internas y un creciente descontento entre los propios funcionarios.

Lo que se prometió como un avance democrático para fortalecer la justicia en México ha resultado en un lodazal institucional que pone en entredicho la imparcialidad, eficiencia y legitimidad del sistema judicial.

El panorama es alarmante: irritación generalizada entre funcionarios menores, despidos masivos, renuncias inesperadas, reducciones salariales y extensiones de horarios que rayan en la explotación laboral.

Todo ello no solo ha generado un clima de tensión interna, sino que también ha retrasado la impartición de justicia, la ha complicado y, en muchos casos, la ha pervertido.

Los ciudadanos perciben cada vez más un Poder Judicial distante, atrapado en disputas burocráticas y en esquemas de corrupción, en lugar de cumplir con su función esencial: garantizar el acceso a la justicia.

RENUNCIA DE ROBERTO MORENO HERRERA

El caso más reciente y escandaloso es la renuncia de Roberto Moreno Herrera, titular de la Unidad de Administración de la Suprema Corte, quien dejó el cargo apenas un mes después de asumirlo, en medio de investigaciones por presuntas irregularidades y corrupción.

Moreno Herrera ya había sido señalado durante su paso por el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), donde se le atribuyen viajes injustificados, uso discrecional de recursos públicos por más de un millón de pesos y un manejo personalista de la imagen de la institución.

Aunque el exfuncionario niega estar notificado de alguna investigación, su salida exhibe una vez más la fragilidad y opacidad con la que se mueve la administración de la Corte.

La renuncia fue aceptada por el ministro presidente, Hugo Aguilar Ortiz, quien no tardó en presentarla como un acto de ‘responsabilidad’ para no afectar la imagen de la institución.

Sin embargo, más que un gesto ético, la salida de Moreno Herrera evidencia la incapacidad de la nueva Corte para blindarse de perfiles cuestionados y para depurar sus propios procesos de selección.

REMOCIÓN DE LOS 35 DIRECTORES DE LAS CASAS DE LA CULTURA JURÍDICA

Pero los problemas no terminan ahí. Aguilar Ortiz también ordenó la remoción de los 35 directores de las Casas de la Cultura Jurídica, bajo el argumento de que serían transformadas en ‘Casas de los Saberes Jurídicos’, con un supuesto enfoque más inclusivo.

Aunque se presentó como una medida de modernización, en la práctica se tradujo en un barrido generalizado que dejó fuera a decenas de profesionales con años de experiencia.

Esta decisión generó sospechas de que en realidad se trata de una purga política para imponer perfiles afines a la nueva administración.

Las Casas de la Cultura Jurídica tenían la misión de difundir el conocimiento legal y acercar a la ciudadanía al quehacer del Poder Judicial.

Su transformación abrupta no solo amenaza con desmantelar ese trabajo, sino que también abre la puerta a la improvisación, al nepotismo y a la concentración de poder en manos de unos cuantos.

El argumento de ‘inclusión’ se queda corto frente al costo institucional de perder especialistas en derecho que habían consolidado espacios de formación y difusión jurídica en todo el país.

LENIA BATRES EXIGE 700 METROS CUADRADOS DE OFICINAS

En paralelo, la Corte vive un episodio de frivolidad que ilustra la desconexión de algunos de sus ministros con la realidad nacional.

Lenia Batres Guadarrama fue señalada por exigir 700 metros cuadrados de oficina para su equipo, alegando que sus colaboradores trabajan ‘apretados’.

Lo irónico es que Batres ya dispone de más espacio que el resto de los ministros —250 metros cuadrados adicionales— y además cuenta con el mayor número de asesores: 78.

La exigencia no solo fue rechazada, sino que también dejó al descubierto el apetito de privilegios de una ministra que se presenta como defensora de la austeridad.

Su berrinche al levantarse molesta de la sesión confirma que en la Corte conviven discursos de moralidad con prácticas de excesivo privilegio.

El caos administrativo, las pugnas internas y los casos de corrupción evidencian que el nuevo Poder Judicial está lejos de consolidar una ruta clara hacia la justicia.

La ciudadanía observa cómo los problemas se multiplican mientras las resoluciones judiciales tardan más en llegar y, cuando llegan, carecen de legitimidad.

La crisis no es menor: hablamos del máximo órgano judicial del país, cuya misión es garantizar los derechos fundamentales y ser un contrapeso frente a los excesos de poder.

Hoy, en lugar de actuar como baluarte de la legalidad, la Corte parece sumida en un proceso de autodestrucción.

AFECTACIONES EN EL FUNCIONAMIENTO COTIDIANO DE LOS TRIBUNALES

El caos dentro del nuevo Poder Judicial no solo se limita a los despidos y renuncias, sino que también alcanza el funcionamiento cotidiano de los tribunales.

Diversos juzgados han reportado retrasos de meses en la resolución de asuntos básicos debido a la falta de personal capacitado tras los recortes.

Jueces de primera instancia han manifestado que ahora deben atender cargas de trabajo imposibles, lo que impacta directamente en la calidad de las resoluciones.

La improvisación en la asignación de cargos y la ausencia de criterios claros en los nombramientos han generado un ambiente de incertidumbre, donde lo político pesa más que la experiencia judicial.

A esta situación se suman las quejas por la disminución de salarios, lo que ha provocado que muchos especialistas en derecho prefieran abandonar el Poder Judicial para trabajar en la iniciativa privada.

La fuga de talento es otro de los factores que alimenta la crisis, pues mientras se despide a funcionarios con trayectoria, se abren espacios a perfiles improvisados o vinculados políticamente con las nuevas cúpulas.

CLIMA DE MIEDO E INTIMIDACIÓN

En los pasillos de la Corte también se habla de un clima de miedo e intimidación.

Funcionarios de menor rango denuncian que las decisiones administrativas se toman de manera vertical, sin consultar a las áreas operativas, y bajo la amenaza de despidos inmediatos.

Este ambiente ha convertido al Poder Judicial en un espacio hostil, más preocupado por el control político interno que por garantizar un servicio eficiente y transparente a la ciudadanía.

LABORATORIO FALLIDO DE REFORMAS APRESURADAS

El nuevo Poder Judicial se ha convertido en un laboratorio fallido de reformas apresuradas y mal implementadas.

La elección de magistrados y jueces, lejos de democratizar la justicia, ha profundizado los problemas de gobernabilidad interna.

Los despidos masivos, la precarización laboral y las disputas por privilegios reflejan un sistema que se derrumba desde adentro.

Si no se corrige el rumbo con medidas profundas de transparencia, rendición de cuentas y profesionalización, el futuro de la justicia en México seguirá atrapado en un laberinto de corrupción, improvisación y desconfianza.

La crisis del Poder Judicial no es un simple episodio administrativo; es el síntoma de un deterioro estructural que amenaza con socavar uno de los pilares fundamentales de la democracia mexicana.

El caos, la corrupción y la frivolidad parecen haberse instalado en la nueva Corte, convirtiéndola en un espejo de los mismos vicios que debería combatir.

El Independiente / Redacción     Fotos: Daniel Augusto / cuartoscuro.com

Foto: Nueva SCJN / cuartoscuro.com

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