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viernes 4 octubre 2024

¿Qué necesitaremos los humanos para entender?

#NoHayPLANetaB        Lizette Aguirre Morlet     eldespertadordequintanaroo.com.mx

Como en Nausicaä, tal vez las siguientes mascarillas que usemos sean para los gases de efecto invernadero.

Hoy me tocó salir a hacer las compras, la verdad es que casi no había salido en esta cuarentena así que de pronto me sentí como en una de las películas de Hayao Miyazaki, de hecho, su segunda película, Nausicaä del Valle del Viento, de 1984. En ésta, los habitantes de lo que queda del planeta tienen que vivir con una mascarilla o cubrebocas porque el aíre se ha vuelto irrespirable pues el mundo se ha ido poblando de gases y esporas tóxicas.

Hoy era como estar en una escena de anime y ciencia ficción, pues todos en la calle traíamos nuestro cubrebocas, como robots sin caras, con máscaras para respirar. De pronto estas esporas tóxicas no estaban fuera, sino dentro de nosotros. De pronto, éramos nosotros los que habíamos contaminado al planeta que estaba por fin dándose un respiro y nosotros éramos los que esparcíamos los “gases tóxicos” y los que nos matábamos entre nosotros. El planeta se hizo a un lado, él vio lo capaces que eran los humanos para bien y para mal, así que dijo ok, dense entre ustedes. Él reverdeció, respiró, desveló la capa que ya le habíamos puesto a otras tantas especies para vivir libremente en su propio planeta y que ahora se han dado vuelo tomando calles, cielos y mares.

Ahí estábamos los pocos, guardando nuestra sana distancia y mirándonos tras una mascarilla que cubría el miedo al contagio, el miedo a morir, porque la prevención siempre arrastra un poquillo de miedo, ese miedo sano que nos hace estar alertas, ese miedo sano que nos recuerda lo capaces que somos de generar muerte, así que el escudo debía ponerse por fuera, después del niño ahogado y no antes de unirnos por dentro, en conciencia y verdadero amor a nuestra propia especie. La naturaleza tiene sus propios sistemas para regenerarse y salvarse, pero no con ello a los humanos. Nos ha dado casa, pero tal vez ya no nos dará más treguas.

En esta película existen unos gusanos gigantes que viven en el Bosque Contaminado, estos gusanos llamados Ohm y estas esporas tóxicas fueron creados en la guerra que se conoció como los Siete días de fuego, donde usaron armas biológicas que terminaron provocando la casi extinción de las personas por esos gusanos y esas esporas que se fueron esparciendo a lo largo del planeta, por ello, muchas colonias y reinos querían quemar y destruir el bosque para que no se siguiera extendiendo y llenando su aire de veneno, pero la princesa Nausicaä, quien vivía cerca de ese bosque en el Valle del Viento, aún no contaminado, descubre que los gusanos no son malos y que el bosque podría ser la salvación de las personas, así que lucha contra los reinos hostiles para proteger al bosque. En su lucha, se da cuenta que éste había creado un mundo subterráneo donde las plantas y los arboles podían sobrevivir con agua y aire limpios, así que él mismo creó este submundo para regenerar la vida, por ello la misión de Nausicaä era proteger a los gusanos que cuidaban el bosque.

Creo que en verdad existen personas que han tenido estas visiones o imaginaciones o predicciones del futuro que han plasmado en películas o libros y que parecería muy loco, pero que a la vuelta de la esquina se pueden volver realidad. Hoy todos procurábamos no respirar las esporas tóxicas del otro. Y en cuanto regresé a casa pensé: este virus, con guerra biológica o no, se esparce por y para nosotros, pero ¿qué va a pasar el día que en verdad el virus venga de afuera?

Hoy nos pusimos mascarillas y guantes para protegernos de un virus que esparcimos entre nosotros mismos, de nuestras bocas y manos, pero ¿qué nos pondremos cuando el planeta muestre su verdadera fuerza, su verdadero poder, su verdadera resiliencia que no necesita de los humanos y nos empiece a arrastrar entre mareas y vientos y fuegos y tierras? Recordemos, no es fatalismo, es evolución. Muchos de nosotros nos hemos hecho más conscientes de nuestra responsabilidad en el cuidado del medio ambiente, reciclamos, separamos la basura, donamos o reusamos, etcétera, pero qué hay de dejar de consumir, de hecho hasta por nuestra propia salud. Es muy difícil, nos hemos acostumbrado a comprar todo empacado, pastas, pan, arroz, frijol, latas, leche, todo está procesado y viene empacado en plástico, en metal, en vidrio. Nos hicimos más práctica la vida. Tanta industria, tantas empresas dedicadas a esto y que al mismo tiempo nos dan empleo, que la cadena se hizo muy larga y nos involucra a todos, pero ¿cómo hacerle entonces para de verdad contribuir a que la temperatura del planeta no siga aumentando, cómo hacer para que nuestro granito de arena no sea utópico? ¿Dejar de consumir, comprar a granel, producir nuestro propio pan y leche y tener cada quien su huerto o participar todos en hacer huertas urbanas?… la utopía es muy larga y nos involucra a todos.

En algunas pequeñas ciudades como Todmorden, en Inglaterra, ya están intentando la utopía para contribuir a la seguridad alimentaria de su pueblo y al mismo tiempo para generar un bajo consumo de alimentos procesados y empacados. Pero por otro lado en grandes ciudades, en grandes economías buscan incluso nuevas formas de solaparse entre ellos la contaminación tan alta que generan. El Sistema de Comercio de Emisiones lleva años en práctica entre economías y empresas, porque ellos no quieren dejar de producir porque tienen mucha demanda de sus productos, así que encontraron un conveniente sistema financiero para comprar y vender emisiones de carbono, sobre todo.

El objetivo de estos sistemas, en teoría, es reducir las emisiones de los GEI que generan las industrias, con un método de incentivos que funciona en base al principio de ‘tope y comercio’ que consiste en que el gobierno impone un límite máximo o tope sobre las emisiones totales de un sector de la economía y las compañías de este sector deben contar con los permisos por cada tonelada de emisiones que emiten, así que quien se sobrepase de sus emisiones puede comprarle sus permisos a las compañías que no se pasen, y quien no se pase o quien logre bajar sus emisiones puede vender sus permisos sobrantes, así me imagino que entre ellos todos ganan… pero en verdad no veo que los ciudadanos ni el planeta ganen, pero como somos nosotros mismos los que consumimos a estas industrias generadoras de gases de efecto invernadero, nos reparten la culpa y ya está… por eso el planeta sufre, pero se hace a un lado, como en esta ocasión.

¿Qué necesitaremos los humanos para entender? De seguir así, pronto tendremos que inventar mascarillas que nos protejan de nuestro propio aire contaminado por nosotros mismos, porque nos queda claro que si el tope de las emisiones permitidas de GEI lo ponen los propios humanos dueños y regidores de las economías, y los consumidores no dejamos de consumir, no nos extrañe después que todas las industrias estén dentro de los parámetros permitidos y los ciudadanos transitando un planeta apocalíptico que nosotros mismos provocamos por mirar sin ver y que protegernos de ese aire tóxico será con mascarillas que nos tapen el miedo y la vergüenza por nuestra indiferencia y nuestra inacción.

Sin darnos cuenta, en lugar de tomar acción cada uno de nosotros para cuidar nuestro medio ambiente, estamos alimentando un miedo que nosotros mismos estamos creando y que casi pareciera que queremos llegar a él, porque si ahora no creemos que existe un virus que de verdad está matando gente, menos creeremos que un día la vida en el planeta se puede terminar.

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