Roger Waters puso en escena una ópera monumental; dibujó su estado de alma

por Redaccion
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  • Conmovió a 10 mil personas que entraron como en un acto mágico, en éxtasis/En el Palacio de los Deportes, el artista británico contó su vida charlando y cantando

El compositor británico Roger Waters puso en escena la noche del viernes pasado una ópera monumental en la que dibujó su estado de alma desde lo más profundo de su intimidad y conmovió a 10 mil personas que entraron como en un acto mágico, en éxtasis.

No, perdón, no es así. Vamos de nuevo:

El poeta inglés Roger Waters compuso una serie interminable de cantos a la manera homérica donde narró escenas de guerra y así como el ciego Homero en Ilíada nos hace escuchar el clang clang de las lanzas cayendo, luego de volar cientos de metros, sobre los largos escudos de los contrarios, y el zumbar de las flechas surcando el aire, así el diestro Waters hizo sonar metralletas, drones, hecatombes de esas que acontecen a diario en el planeta.

Tampoco, no es la manera. Intentemos de nuevo:

El pintor flemático Roger Waters creó un mural monumental ante la mirada atónita de 10 mil almas que corearon cada trazo, aclamaron cada pincelada, vitorearon todo el tiempo, incluyendo pentimentos. Trazó, si lo vemos en planta o en contrapicada, un cuadrángulo, el escenario, sobre una circunferencia, el coso del Palacio de los Deportes, y sobre la tarima central montó un paralelepípedo de pantallas gigantescas de hiper alta definición donde vimos transcurrir la vida. El estudiante de arquitectura Roger Waters puso ahí vestigios de la escuela Bauhaus, Escher, Braque…

Menos, no va por ahí. Nueva tentativa:

El dramaturgo inglés Roger Waters emuló a su connacional William Shakespeare en una noche mágica donde sucedieron cosas que solamente suceden en el cine, con la diferencia de que, a la manera de su paisano Shakespeare, Waters imprimió brutalidad, convulsión, estallidos de adrenalina, toneladas de emociones puestas en una balanza donde amor y muerte se columpiaron en una puesta en escena que estremeció a 10 mil circunstantes, caídos todos en asombro, y la multitud resultó elevada en una pira de pasiones.

¡Uy!, no. Para nada. Última oportunidad:

El novelista europeo Roger Waters escribió delante de 10 mil lectores una novela río, donde se abrió en canal en cada párrafo, hilvanó líneas de escritura de renglones cortos, secos, contundentes y el resultado fue una escritura a cuatro manos donde ocurrió una boda, se derramaron lágrimas, se contaron historias muy íntimas, hubo refrendos personales, muy personales y el resultado fue una profunda, muy profunda manera de narrar la vida.

Por ejemplo, en el momento de mayor intensidad, escribió lo siguiente, que 10 mil personas leyeron en las pantallas gigantescas que para el efecto había dispuesto sobre el escenario el novelista: “cuando pierdes a alguien que amas, es un recordatorio de que la vida no es un simulacro (la gira se llama precisamente así: This is not a Drill), ¿o sí lo es?”.

Así es que, dijo, bailó, cantó, dibujó, gritó: la vida es para vivirla y es hoy, porque todo lo que tocas, todo lo que ves, todo lo que sientes y todo lo que salvas y todo lo que das y todo lo que encuentras y conoces, todo eso está por ocurrir porque todo bajo el sol está en sintonía.

Fue así como el maestro Roger Waters montó una ópera, armó una coreografía, escribió un poemario, puso en escena una obra de teatro y escribió una novela y ninguna de esas cosas hizo porque lo que en realidad sucedió tiene a 10 mil personas asombradas de cómo su vida cambió en una noche que nunca olvidarán porque esa noche sucedió todo. Fue una noche venturosa.

A los pies del escenario y a lo largo de la circunferencia de la pista del Palacio de los Deportes, las parejas, todos de pie, volteaban uno al otro, se miraban a los ojos, se tomaban de las manos, se abrazan y lloraban de felicidad y se dijeron todo lo profundo que se pueden decir dos que se aman.

A sus 79 años, Roger Waters se ha convertido en el sabio de la tribu, el Merlin del cuento, el cronista, el poeta, el narrador. El aeda.

En el transcurso de 150 minutos, realizó recorrido dramatúrgico. Nos contó su vida contando y cantando.

Fue una hermosa ceremonia.

A la manera del Bob Dylan de hoy, el sabio Waters deconstruyó en escena varias de sus obras y las volvió a codificar, en tempi, tonos y ambientes diferentes. Un maestro en esplendor. Nadie se baña dos veces en las mismas Waters, es decir: Roger Waters nunca da un concierto igual al anterior, todos son nuevos, cada vez mejores.

Por ejemplo, hubo un momento en que se sentó al piano, esgrimió dulces melopeas, pero enseguida se levantó y nos dijo: “¿saben qué? Ahora les voy a tocar mi viejo rocanrol que solía hacer con mi otra banda”. Y sonrió.

Su peculiar sentido del humor cobró sentido cuando hizo sonar la pieza Have a cigar mientras sus compañeros de su “otra banda” aparecieron felices y contentos en las pantallas gigantescas, ante las aclamaciones de 10 mil concelebrantes.

Ahí estaba Syd Barrett, sonriendo, igual que el joven David Gilmour y el simpático Rick Wright y el reverendo Nick Mason, tocando con el mocoso Waters, todos casi desnudos, en Pompeya.

“Ahora vamos todavía más para atrás en el tiempo”, continuó su égloga el aeda: “vayamos al momento en que Syd Barrett y yo éramos unos niños y hubo un momento epifánico en el cual creamos el todo, definimos, concebimos y trazamos lo que sería Pink Floyd, e hicimos un pacto: cuando estemos ya estudiando en la universidad, fundaremos una banda de rock”.

Se prometieron.

Y sonó aún más rotundo la noche del viernes el magnífico esplendor: ¡Brilla, brilla cabrón diamante en bruto!!!/ shine on you, crazy diamondü!” Como ya a esas alturas del concierto, el novelista Roger Waters nos había narrado su tragedia: perdió alguien a quien amaba y desde entonces su vida ya no es la misma y es ahora una convicción de vida, de vivir feliz la vida, la pieza ultra romántica Us and Them sonó sublime ▲ El músico presentó su gira This is not a Drill en el domo de metal. En pantallas gigantescas mostró varias consignas, una de ellas: I Choose Love. Fotos Liliana Estrada enmedio de las lágrimas de muchos circunstantes, pero cuando llegó la penúltima pieza del programa, Eclipse, nos repitió el poeta la esperanza, el gozo, la alegría de vivir que había gritado toda esa noche mágica, la del 14 de octubre de 2022: De todas las consignas de vario linaje que mostró en las pantallas gigantescas mientras hacía sonar con su nueva banda su música gloriosa, nos quedó una decisión de vida de por vida: I Choose Love.    La Jornada/Pablo Espinosa

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