Las cárceles mexicanas: el inframundo

por Redaccion
212 Visto

El Independiente/Norma Meraz

El tema de las cárceles, su marco jurídico, regulatorio, su presupuesto, las reglas de operación y otros lineamientos para su efectivo funcionamiento, es pocas veces tratado como tema dé información importante para la sociedad.

Asomarse a este mundo, es echarnos un clavado al infierno de Dante.

De acuerdo a datos oficiales del INEGI, en el año 2022, existían en México 319 centros penitenciarios; 15 son federales, 251 son estatales y 53 de internamiento para adolescentes.

Al término del 2021, el número de “internos”, o presos ahora llamada “población privada de la libertad”, llegaba a 226 mil; siendo el 94% hombres y el 5.7% mujeres; de acuerdo a la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad.

Hoy en día se han dejado de llamar Centros de readaptación Social, debido a la Reforma del artículo 18 constitucional que los llama Centros de reinversión social que incorpora el tema del tratamiento a los privados de la libertad, con respeto a sus derechos humanos.

Las entidades que cuentan con mayor número de presos son; el Edomex, la Ciudad de México, Jalisco y Baja California.

¿Cómo viven? ¿Qué comen? ¿Que hacen? ¿Cuánto cuesta la manutención de cada recluso?

Como una breve pincelada a este modista vivendi, acoráremos que, en cada celda, deben estar máximo 5 personas. Duermen en literas sumamente angostas, hechas de acero reforzado y hay casos en qué hay hasta 15 internos en cada uno de esos espacios.

Reciben tres alimentos al día y los menús están lejos de contener el mínimo de nutrientes básicos como leche, cereales, carne, fruta, vegetales, frutas y legumbres.

Respecto de las actividades que deben realizar sean los deportes, lecturas y talleres en diferentes oficios.

Se bañan al llamado del celador y deben ir en calzoncillos y sandalias de baño, comparten el jabón y son castigados en caso de desperdiciar dicho insumo.

Tomando en cuenta que las cárceles deben contar con infraestructura adecuada y servicios indispensables como el de atención a la salud, suministro de artículos para el aseo, agua pata uso personal.

Y consumo, mantas para el frío, y enseres de limpieza entre otros; pues nada de esto aplica en las cárceles mexicanas, sobre todo en las estatales.

Amén de estos datos que nos dibujan a grandes rasgos las condiciones que privan en las cárceles de nuestro país, habrá que añadir la lista de discriminaciones que sufren los internos.

La prisión transforma y no siempre para bien, la vida de quienes ahí cohabitan con fauna nociva. Muchos son tomados presos sin motivo y con uso de violencia, dejan atrás a sus familiares que a su vez sufren el dislocamiento moral y social.

En el caso de las mujeres, la mayoría tienen hijos menores de edad.

Ahora bien, habría que conocer las causas que llevaron a estas personas a delinquir, para tomar como base para el diseño de métodos aplicables y así, aplicar técnicas adecuadas para la reinversión social, pues de otra forma, en cuanto dejen la cárcel, reinciden y de nada sirvió la reclusión.

No sobra decir que las detenciones deben ser legales, respetando sus derechos humanos, con “procesos judiciales justos y ágiles, prisión preventiva, entre otros.

De acuerdo una investigación de la Dra. Carla Angélica Gómez MacFarland, del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, en los Centros penitenciarios tampoco se cuenta con servicio psicológicos, odontológicos y medicamentos del cuadro básico.

Consultada la Asociación para Prevención de la Tortura, está recomienda la separación entre las personas sentenciadas y las procesadas, no como se convive hoy.

Las Islas Marías fue desde 1905 la prisión más temida, y hasta el 2019 albergó 45 mil presos, hoy por hoy, cualquiera de las cárceles mexicanas, es a cual más, temida; reina el hacinamiento, la sobrepoblación y el autogobierno, según la Organización de Asistencia Legal por los Derechos Humanos.

Cuatro de cada 10 internos no tienen sentencia condenatoria y permanecen en prisión durante su proceso.

Finalmente me referiré al presupuesto de las cárceles federales (registrado en el año 2018), que fue de 24 mil 146 millones de pesos y según estimaciones, cada recluso cuesta al erario, 2 millones de pesos al mes. Según el Órgano Administrativo de Prevención y Readaptación Social, existen 198 mil 319 presos en el país que tuvieron un presupuesto en el 2019, de 17 mil 370 millones de pesos, calculándose un costo de 3 mil 913 pesos diarios por cada recluso.

Cómo, si tienen una “comida” adquirida, un lugar infame para dormir o descansar, no tienen asistencia médica básica y el trato adecuado; ¿una vez que dejen el reclusorio van a acceder a la reinserción social y a no volver a la reincidencia? ¿A dónde va a dar el costal de dinero que no se gasta en los reclusorios? ¡Porque el presupuesto existe, más no la rendición de cuentas de ese dinero! ¡Digamos la Verdad!

You may also like