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martes 18 noviembre 2025

Bloques, guerra de posiciones y disputa por la hegemonía

Indicador Político / Carlos Ramírez     carlosramirezh@elindependiente.com.mx

La manifestación de la autodenominada generación Z, la violencia como mecanismo de gestión del poder y el contexto nacional del mundial de fútbol en 2026, las elecciones legislativas y de gobernadores en 2027, la revocación de mandato en 2028 y las elecciones presidenciales de 2030 configuran un escenario que recuerda lo ocurrido en el 1968-1971.

El presidente Díaz Ordaz fue arrinconado en su autoritarismo durante el proceso tradicionalista de sucesión presidencial, su nominado Luis Echeverría Álvarez pasó de la lealtad más absoluta a su propio juego de poder y en 1971 se dio el choque el jueves de Corpus en San Cosme entre el viejo régimen Díaz Ordaz-PRI-Martínez Domínguez con el nuevo bloque dominante de Echeverría.

La disputa por la hegemonía en México no se dio en el gobierno de López Obrador en 2018 porque representaba –mal que bien– el modelo estabilizador del viejo régimen priista-populista y porque su figura sistémica convenció a la naciente coalición anti-PRI de que con el tabasqueño vendría la reforma democrática el régimen. La sucesión del 2024 solo consolidó al bloque político del lopezobradorismo y su intención de permanencia en el largo plazo y en consecuencia comenzaron a verse realineamientos entre los sectores de la nación que estaban siendo marginados por el modelo lopezobradorista de poder.

La violencia delictiva por la lucha entre cárteles que se consolidaron durante el sexenio pasado y que por presión estadounidense comienzan a ser perseguidos, la derecha empresarial que está perdiendo todas las decisiones de redefinición del regreso del modelo del Estado productor, las corrientes priistas y panistas que fueron tentadas por López Obrador para una gran coalición que nunca ocurrió y que al final las subordinaron al nuevo modelo político y los sectores invisibles del sistema que apuntalaban con su lealtad la fortaleza del régimen –grupos urbanos, cacicazgos estatales, universidades públicas, intelectuales, clérigos y otros sectores que eran rémoras del aparato del Estado y su presupuesto– se quedaron fuera del aparato de poder y están realineando lealtades y complicidades para debilitar al bloque lopezobradorista Morena-Verde-PT.

Lo ocurrido el sábado 15 de noviembre en el Zócalo y calles aledañas no tiene una explicación sencilla de que si hubo provocadores o si la derecha está desorganizada o que si falta discurso opositor o que el bloque negro podría ser un adelanto de Los Halcones de ahora o argumentos por el estilo tienen validez en las circunstancias actuales, pero que su valor estratégico radica en envolverlos en un todo.

Y ese todo está a la vista: el bloque lopezobradorista avanzó en el voto presidencial y en el control de casi todas las gubernaturas, pero la resistencia política salió a las calles porque las estructuras del sistema están haciendo crujir –y al parecer aún no se dan cuenta en el entorno gubernamental– los aparatos de la democracia representativa.

Los territorios de la disputa están ya a la vista: el campo de la batalla digital que podría decirse que está en su primera guerra mundial, la protesta callejera que podría tener como objetivo de corto plazo el mundial de fútbol en 2026 con en el 68 de la Olimpiada como segundo pensamiento o como contexto desestabilizador y la posibilidad de que la oposición política con o sin partido pueda dar un sorpasso en las elecciones legislativas y de gobernadores e impida la mayoría calificada para Morena-Verde-PT y perder un par de gubernaturas.

Si se examina con sentido estratégico la respuesta gubernamental contra la protesta del sábado pasado de la Generación Z se tendrían a la vista los escenarios en disputa y sobre todo la capacidad de respuesta gubernamental para inhibir las movilizaciones con violencia inducida vía Bloque Negro–Halcones. Pero no hay que perder de vista que los sectores disidentes no violentos no cayeron en el garlito el sábado y se hicieron a un lado del encontronazo agresivo entre los grupos sembrados y la policía que quedó atrapada entre su institucionalidad y su escaso grado de autonomía en reacciones a la violencia en su contra.

La oposición a la 4T, ciertamente, está desensamblada, carece de liderazgos, reacciona ante defensas de instituciones que ya fueron modificadas y no tiene partidos para la participación, pero pudieran haber visto en las protestas del sábado indicios de que la zona de convocatoria desde posiciones de escasa o dudosa representatividad han encontrado cuando menos tres temas que no tendrán solución en el corto plazo y que se convertirán en banderas: la denuncia contra la corrupción oficial, los sufrimientos sociales por una inseguridad que no cesa y los que pudiera estimular EU desde la Casa Blanca.

Se trata, pues, de una guerra de posiciones entre diferentes fracciones sociales para repartir los espacios de poder entre diferentes grupos opositores que pudieran frenar –no derrotar– el avance totalizador de la 4T.

Por lo pronto, la Generación Z podría ser el revulsivo que esperaba una oposición desorganizada.

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Política para dummies: la política también le sirve a la oposición.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

El Independiente /@carlosramirezh     http://elindependiente.com.mx    

Fotos: Rogelio Morales e Iván Stephens / cuartoscuro.com

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