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viernes 6 diciembre 2024

Bolsonaro destituye al ministro de Salud en plena crisis del coronavirus

Mandetta, un médico que apela a la ciencia, era un firme partidario del aislamiento social, que el presidente quiere relajar para reactivar la economía.

EL PAÍS/Naiara Galarraga Gortázar.     Foto: Andre Borges

São Paulo.- Brasil, el país de América Latina más afectado por el coronavirus, cambia de ministro de Salud en vísperas del pico de la pandemia, que los especialistas pronostican para las próximas semanas. El presidente, Jair Bolsonaro, ha cesado al médico Luiz Henrique Mandetta este jueves tras semanas de tensiones y abierto enfrentamiento sobre el alcance del aislamiento social. La covid-19 ha causado la muerte de 1.736 personas y ha contagiado a más de 28.000 desde que justo después de carnaval, a finales de febrero, se detectó el primer caso. El nuevo ministro es también médico, el oncólogo Nelson Teich.

“He hablado con el doctor (Teich) de que gradualmente tenemos que retomar el trabajo”, ha dicho el mandatario al comparecer en el palacio de Planalto junto al nuevo miembro de su equipo. Este ha confirmado su “alineamiento total con el presidente” pero también ha dicho que no habrá cambios repentinos a las cuarentenas ordenadas por los gobernadores. “El medicamento no puede tener efectos secundarios más dañinos que la enfermedad misma”, ha reiterado Bolsonaro que cree excesivas las cuarentenas.

Aunque con matices, los gobernadores han seguido las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y del ministerio del ramo; decretaron hace tres semanas el cierre de colegios, de comercios y el envío de millones de empleados a trabajar desde casa. Brasil empezó la semana pasada una renta básica a más de 60 millones de trabajadores informales y desempleados. El presidente brasileño, en cambio, considera que las actuales cuarentenas son una calamidad para la economía y por eso es partidario de que solo los ancianos y las personas enfermas se aíslen, cosa que según los expertos es insuficiente para frenar los contagios y evitar el colapso de los hospitales.

El destituido Mandetta, cuya popularidad ha ido aumentando desde el inicio de la crisis, había dicho que solo abandonaría el cargo si era destituido porque “un médico no abandona a su paciente”. La primicia de su cese, sobre el que la prensa especula hace semanas, la ha dado él mismo en un tuit: “Acabo de saber por el presidente Bolsonaro de mi destitución”. Algunos de los que no estaban atentos a la última hora se han enterado porque inmediatamente han comenzado a oírse las caceroladas y los gritos de “fuera Bolsonaro” que han acompañado este pulso político entre los antiguos aliados, que coincidieron en el Congreso.

Mandetta, ortopeda, antiguo diputado, católico practicante, había adquirido una enorme relevancia gracias a las ruedas de prensa que empezó a dar a diario cuando se detectó el primer caso, el 26 de febrero. Con un estilo directo y didáctico, apeló a la ciencia desde el inicio en la batalla contra la pandemia. Y, pese a las creciente presiones del presidente, ha sido hasta el último día un firme partidario del aislamiento social, que Bolsonaro quiere relajar para reactivar la economía.

Los militares que se sientan en el Consejo de Ministros salvaron el pellejo de Mandetta la semana pasada pero han dejado caer después de que este domingo protagonizara un acto que consideran de “insubordinación” por sus palabras en una entrevista en horario de máxima audiencia. “Necesitamos tener un discurso unificado. [Porque] el brasileño está en la duda. No sabe si escuchar al ministro de Salud o al presidente”.

El presidente ha agradecido “al señor Henrique Mandetta” su trabajo y a Teich por aceptar su invitación a dirigir el ministerio. “Estamos juntos en defensa de la vida del pueblo brasileño, en defensa de los empleos y también buscando traer tranquilidad y paz a nuestro pueblo”, ha declarado Bolsonaro, que acusó al destituido ministro de meter miedo a la ciudadanía y a la prensa, de agitar la histeria. Es el único presidente democráticamente elegido que sigue minimizando el peligro que supone la epidemia.

Durante semanas los brasileños han seguido minuto a minuto el pulso que libraban el presidente y su ministro de Salud en torno al aislamiento social, que se ha convertido junto a una medicación llamada cloroquina, en el centro de una formidable batalla política. Mientras Mandetta sostiene desde el principio que, sin una vacuna ni tratamiento, que la ciudadanía se quede en casa es la manera más eficaz de reducir los contagios, Bolsonaro es partidario de reabrir el comercio y retomar la actividad para evitar una hecatombe económica.

El jefe del Estado se ha saltado reiteradamente las recomendaciones del Ministerio de Salud al salir reiteradamente a la calle, creando aglomeraciones, saludando a sus admiradores y haciéndose selfies con ellos. El alcalde de Manaos, la capital del estado de Amazonas, donde los hospitales están al borde del colapso, le ha llegado a acusar de ser el principal aliado del virus y de hacer campaña contra el aislamiento social.

En Brasil la expansión de la enfermedad se ha ralentizado en los últimos días. Pero los pacientes actuales ya están poniendo a prueba la resistencia del Sistema Único de Salud, el SUS, el extenso sistema de sanidad pública que atiende al 85% de los 210 millones de brasileños. Las UCIs de dos estados, Amazonas y Ceará, están al límite y las del epicentro de la epidemia en el país, el estado de São Paulo, tienen una ocupación que ronda el 80%.

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