Gotas de luz

por Redaccion
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A Amelia Chávez Ramírez y Cosme Juárez Chávez

Los informes de gobierno pasaron de actos faraónicos expresión de la megalomanía de los pseudo neotlatoanis del periodo posrevolucionario a la deslucida manifestación neoliberal de una serie de datos sin anclaje en la realidad de la eficacia en el mejoramiento de las capacidades, oportunidades y patrimonio de la población más pobre y vulnerable, mientras en la oscuridad de la corrupción se desmantelaba el Estado, los bienes públicos y los mecanismos institucionales y constitucionales de justicia social e igualdad.

La agonía del viejo régimen

El último informe de la primera era (de 65 años de duración) y, al mismo tiempo, el primero de la última etapa del antiguo régimen (de 36 años de duración), lo presentó José López Portillo y Pacheco el 1º. de septiembre de 1982 con aseveraciones propias de una capitulación: “Pronto terminará el mandato que me otorgó el pueblo y el término definitivo de mi vida pública a la que entregué toda mi voluntad y buena fe, en afán de servir, de ser útil en la comprometida función de tomar decisiones ejecutivas frente a alternativas en ocasiones dramáticas, ocurridas en tiempos difíciles, ante las cuales no pueden optarse por un imposible bien, sino por un viable mal menor… Como lo he dicho: soy responsable del timón, pero no de la tormenta”[1].

En diversos momentos de la historia reciente de México se han realizado debates enconados a propósito de la administración de López Portillo, predomina la percepción de un gobierno corrupto, ineficiente e ineficaz. Se lo deslinda de cualquier asociación al neoliberalismo, no obstante, si bien es cierto existe la denuncia y el autodescarte de este político: “La cuestión de fondo, la alternativa vital, se establece entre una economía progresivamente dominada por el ausentismo, por la especulación y el rentismo y otra vigorosamente orientada a la producción y al empleo. La especulación y el rentismo se traducen en una multiplicación de la riqueza de unos pocos sin producir nada, y proviene necesariamente del simple despojo de los que producen. A la larga conduce inevitablemente a la ruina”[2]. Es incontrovertible la apertura e incorporación a su gobierno de los tecnócratas encabezados por Miguel de la Madrid Hurtado quienes paulatinamente desplazaron de los aparatos del Estado, particularmente de los de definición y decisión estratégica en materia económico-financiera, cualquier intención nacionalista, de prevalencia del interés general y de la defensa de los bienes públicos.

Al anochecer representado por el lopezportillismo siguió formalmente, a partir del 1º. de diciembre de 1982, el oscurantismo de un conservadurismo moral, ético, cívico, político y económico disfrazado de modernización. La secta tecnocrática obsesa de los dogmas de Ludwing von Mises, Friedich Hayek y Milton Friedman; marcada por ser la primera generación de estadounidenses nacidos en México; desconectada de la historia y del contexto del país; obnubilada con la idea de manejar el Estado como una mixtura de casino, negocio familiar, bolsa de valores y burocracia al servicio de la oligarquía nacional e internacional; trajo con las presidencias de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, el cáncer de la narcopolítica, el narcogobierno y aun el narco-Estado. Es decir, los principios y valores del hipercapitalismo o capitalismo salvaje encarnaron en las entrañas de las instituciones públicas haciendo inviable la República y la Democracia.

¿Nuevo régimen?

Una subjetividad predominó en amplias capas de población, resabio histórico de 65 años de educación cívica basada en la mitificación del nacionalismo revolucionario, la educación sentimental del colonizado y la pedagogía de la represión de la protesta y disidencia; y, de 36 años más de una difusión mediática de la entronización del colonizador, del individualismo, la competitividad, el productivismo y, la deformación social del darwinismo y la inoculación de la inocuidad del hedonismo nihilista posmoderno.

A la caterva de empresarios y políticos corruptos de la primera y segunda era del antiguo régimen se sumaron historiadores moralistas de la emancipación etno-egocéntrica, escritores caciques de la república de los iletrados y  analfabetas funcionales de la posverdad, intelectuales orgánicos agoreros de los oligarcas en la opinión pública comentocrática y comunicadores y periodistas vendedores de silencio, manufactureros solícitos de información y noticias falsas, y profesionales de la denostación, mentira y, vituperio de la emancipación y de la revolución.

Contra el pronóstico de las élites, inclusive a contracorriente de la estrategia de la izquierda insurgente tipo EPR-EZLN, pero no contra la historia de las luchas sociales y políticas del pueblo de México; en medio de un globalismo rentista en periclitación y de un soberanismo multipolar-multilateral; y en plena incapacidad de las oligarquías en todas sus escalas de resolver los desafíos de crecimiento, desarrollo, igualdad, sustentabilidad, solidaridad, empatía y prosperidad compartida; el 1º. de julio de 2018 el luchador social y político tabasqueño Andrés Manuel López Obrador (AMLO), encabezando la coalición Juntos haremos historia integrada por los partidos Morena, Partido del Trabajo y Encuentro Social, después de un largo y accidentado trayecto, fue elegido Presidente de la República por 30 millones 113 mil 483 ciudadanos, es decir, el 54.71% del padrón electoral[3].

En la víspera del tercer informe de gobierno de AMLO es importante reiterar el significado de su triunfo y subrayar los avances de su gestión (esto no deberá omitir la crítica y la detección de debilidades y oportunidades de mejora):

El presidente López Obrador es representante del pueblo (del soberano), encabeza todavía, a pesar de sus atribuciones, competencias y funciones como jefe del ejecutivo federal, un movimiento social que gobierna y usa el poder moral y ético emanado de las urnas con vistas a transformar de raíz y desde un enfoque estructural, las bases políticas, económicas, sociales, culturales y educativas del país. Esto persigue el propósito de atender las deudas históricas en México en materia de igualdad y justicia, a partir de la prevalencia y profundización de la República y de la Democracia.

AMLO ejerce, debido a su independencia respecto de la oligarquía, de los poderes formales e informales, las facultades constitucionales y meta-constitucionales de su jefatura política, de gobierno y del Estado mexicano. Sus definiciones, decisiones, estrategias y acciones apuntan a una agenda amplia y diversa cuyas repercusiones son inmediatas, de mediano y largo alcances. Afectan al papel de la política y el compromiso de los políticos; impulsan un gobierno, gobernanza y gobernabilidad no sólo mediante la representación, sino a través de la participación directa de la sociedad en la discusión pública, en la toma de posición, y en la dilucidación y dirección de las políticas públicas, de los planes y programas; replantean el ejercicio pleno, responsable, transparente y de rendición de cuentas de los órdenes de gobierno (municipal, estatal y federal) y promueve de derecho y de facto la división de poderes del Estado. Es incomprensible e inédito para mucha gente incluyendo a sus enemigos, este activismo, abarca varias pistas e implica jugar en distintos tableros del ajedrez político.

Quienes recuerdan la historia y tienen presente la de por lo menos los últimos 70 años, no se sorprenderán tanto de la fuerza de la figura presidencial y quizás todavía expliquen las maneras de AMLO acudiendo a las interesantes reflexiones de Cosío Villegas sobre el estilo personal de gobernar, no obstante, el sustento de la resistencia, consistencia y fortaleza de este gobierno a unos cuantos meses de cumplir su tercer año, es la legitimidad en el soberano como nunca antes ocurrió en, por lo menos, ese lapso.

A esta coherencia entre AMLO-pueblo se lo puede confinar en la etiqueta desdeñosa del populismo, mas a diferencia de la idea trasnochada con la que suele calificarse negativamente, ahora se debe asociar a la idea de una democracia popular opuesta a la oligarquía, a la creciente conciencia de la importancia de la subordinación de los intereses privados y de los privilegios particulares al interés general y al predominio del bien común, a la desmitificación de los relatos y narrativas pro-empresariales, proto-clasistas e individualistas y, versus las expresiones de vida social colectivistas, solidarias y comunalistas.

Las grietas y las gotas de luz

Se regatean los resultados del cambio social. Amparados en la severidad de la grave crisis económica mundial y de los estragos de la pandemia, la oposición en todas sus manifestaciones, incluidas, por cierto, las de izquierda (desde luego existe esta clase legítima de oposición), califican los logros alcanzados de “más de lo mismo”, “empeoramiento o retroceso”, “fracaso”, “caos”, “desastre”. Los traiciona la frustración y el rencor por: los privilegios perdidos, las ahora canceladas aspiraciones de poder y riqueza a costa de los demás y/o las pretensiones pretenciosas (mesiánicas) de liderar la revolución.

Los reaccionarios pelean por regresar al orden anterior, al estado de cosas perdido, a un paraíso, establishment o status quo inolvidable y extinto que no volverá. Mientras, incipiente pero indeclinable, AMLO, la 4T, el movimiento social y el pueblo vislumbran y hacen deseable posible, no sin dificultades, entre escombros y grietas, paso a paso, lo que serán las gotas de luz del porvenir.

Diego Juárez Chávez.

CDMX, 30 de agosto de 2021.


[1]López Portillo, J. (1982). Sexto informe de gobierno. México: Poder Ejecutivo. Disponible en: https://es.wikisource.org/wiki/Discurso_de_José_López_Portillo_en_su_Sexto_Informe_de_Gobierno Consultado: 30/08/21.

[2] Ibídem.

[3] Ricardo Anaya Cortés representante de la coalición México al frente de la alianza PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, hoy investigado por la Fiscalía General de la República por “corrupción a nivel de Estado para entregar bienes de la nación”, obtuvo 12 millones 610 mil 120 votos, el 22.91% del padrón; José Antonio Meade Kuribreña de la coalición Todos por México, obtuvo 9 millones 289 mil 853 votos, el 16.88% del padrón.

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