Calor

por Redaccion
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Columna Carta de viaje         Carlos Tello Díaz     

Investigador de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Los incendios arrasan el sur y el oeste de Europa y Norteamérica y, en Sudamérica, ponen en peligro las selvas y los bosques, y la ciudad de Machu Picchu. Las ondas de calor golpean la India y el sur de Asia. Las sequías devastan partes de África, y provocan hambrunas. En el Reino Unido, esta semana, la temperatura estuvo 15 grados por encima de lo normal: rebasó los 40 grados centígrados por primera vez en la historia del país (hasta antier, en efecto, la temperatura más alta que había sido nunca registrada eran 38.7 grados, en el Jardín Botánico de Cambridge). Por vez primera, también, el gobierno de Londres emitió una alerta roja por la onda de calor en Inglaterra. En el norte de Portugal, la temperatura llegó a 47 grados. Es el contexto en el que el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, recibió el lunes a los cancilleres de 40 países reunidos esta semana para discutir la crisis del clima en Berlín. “Podemos optar”, dijo al recibirlos, con una expresión que parece irreal, “por la acción colectiva y podemos también optar por el suicidio colectivo. Está en nuestras manos”. La reunión de Berlín es quizá la última oportunidad que tenemos para llegar a acuerdos que le puedan dar sentido a la Cop27, que será celebrada este mes de noviembre en Egipto.

Las ondas de calor se cuentan entre los más mortíferos fenómenos del clima, aunque normalmente no lo vemos así. En Estados Unidos, el verano pasado, cuando el noroeste fue golpeado por ondas de calor nunca antes registradas, cientos de personas (alrededor de ochocientas) murieron a causa de la canícula. Pero pasaron inadvertidas. A diferencia de las inundaciones y los incendios, el sentido de urgencia que acompaña una onda de calor raras veces es dramático. El calor mata en silencio. También puede servir para despertar la conciencia. Fue tras una ola de calor que provocó incendios que, el 20 de agosto de 2018, Greta Thunberg decidió no asistir a su escuela en Suecia. Protestó todos los días, sentada frente al parlamento de su país, el Riksdag, con un cartel que decía, en sueco, Huelga escolar para el clima. Y su ejemplo comenzó a ser imitado por miles de jóvenes en todo el mundo.

La temperatura media de la superficie del planeta aumentará por lo menos 2 grados –es posible que más– hacia fines del siglo. Los economistas afirman que es necesaria una inversión equivalente al 1 por ciento del PIB mundial, hoy, para mitigar los efectos del cambio climático, pues de no hacer dicha inversión el mundo se expondría a una recesión que podría llegar a alcanzar el 20 por ciento del PIB global, de acuerdo con el Informe Stern, elaborado por Sir Nicholas Stern. ¿Cuál es nuestra responsabilidad? Los filósofos no han hablado, no han ejercido el liderazgo al que los prepara su profesión, no han esclarecido las implicaciones morales de nuestras decisiones. El cambio climático matará a decenas de millones de personas, por medio de hambrunas, enfermedades, inundaciones, ciclones, ondas de calor. ¿Qué sacrificios debemos hacer para disminuir esas muertes? ¿Qué tanto debemos valuar el presente sobre el futuro? ¿No debe ser nuestra respuesta a la crisis proporcional a nuestra contribución al problema?

Londres emitió alerta roja por altas temperaturas y en el norte de Portugal reportan 47 grados

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