‘Tár’: censura y fanatismo

por Redaccion
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  • El personaje interpretado por Cate Blanchett parece tener en común con otras figuras algo más que la mera genialidad.

Columna: Casta diva   Avelina Lésper     Milenio            Foto: Universal Pictures

Botticelli se alejó de la pintura después de una calumnia, fue acusado de sodomía por un alumno. En el Renacimiento florentino la ambigüedad sexual era parte del arte y del mundo intelectual, las autoridades morales, la iglesia y el gobierno, “perseguían” las desviaciones sexuales.

Botticelli pintó la obra La calumnia de Apeles, dicen que fue para defender al fanático Savonarola, pero en realidad la obra es una autodefensa tardía. Inspirada en la que pintó Apeles, por una difamación que lo llevó a la cárcel. Aparecen la Sospecha y la Ignorancia que hablan al oído del Rey Midas, un juez obtuso con orejas de burro, que ve al suelo, pone más atención a lo que dicen y no a lo que ve, a los hechos.

La calumnia, la sospecha, la ignorancia, atacan, ensucian y huyen para buscar a otra víctima. En la película Tár, dirigida por Todd Field, actuada por Cate Blanchett, la actual histeria de la “cancelación”, la cobardía masiva de la calumnia, acaban con la carrera de una genial y famosa compositora y directora de orquesta.

Lydia Tár es carismática, absolutista, y no tiene tiempo para los chantajes de la corrección política. Está rodeada de todo el catálogo de demandas de esta sociedad hipermaniquea y ególatra, imparte una clase magistral en Juilliard School, habla de la universalidad del arte y de la música, un alumno le dice que a él no le interesa la música creada por “hombres blancos”, porque él se considera a sí mismo “BIPOC”: black, indigenous, and people of color, y pangender person, que incluye a todos los géneros en tu persona.

Ante tales impedimentos para poder apreciar a Bach, ella le dice que es un robot, que lo es, y el alumno la insulta. Más adelante una becaria se obsesiona con ella, se insinúa que tuvieron una relación personal, y se suicida ante el rechazo de Tár. La asistente es una hiperemocional, que hace dramas por nimiedades.

Suben a las redes un video editado de la clase magistral y acusan a Tár de depredación sexual, solo tocó la rodilla del alumno, no más, eso se suma al suicidio de la becaria, y las redes histéricas la linchan. Hay manifestaciones afuera de la sala de conciertos y la expulsan de la dirección de la Filarmónica de Berlín.

No abusó del alumno, que es el arquetipo de esta sociedad obsesionada con la destrucción de la individualidad y el reclutamiento voluntario en colectivos chantajistas. Esas “minorías” son la aplastante mayoría, la minoría son las personas inteligentes, sin prejuicios y con voluntad de crear arte. La cancelación es un arma de la corrección política, cancelan autores, libros, artistas, las redes son el patíbulo, y los jueces son esa masa ignorante y violenta.

Tár es acusada de depredación sexual, pero su crimen es ser genial, independiente y auténtica. La depredación también la cometen los mediocres, pero los genios, los artistas son un castigo ejemplar. No obtuvo un solo premio Oscar, prueba de que es una película peligrosa en estos tiempos de censura y fanatismo.

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