Vacuna rusa satanizada

por Redaccion
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Columna: Alma Grande       Angel Álvaro Peña      www.24-horas.com

La ignorancia de algunos intenta introducir dudas sobre la vacuna Sputnik V, de Rusia. Ese país tiene una larga experiencia y dedicación sanitaria a las vacunas. Falta que la historia llegue a la mente de quienes están muy ocupados por sentirse epidemiólogos.

Con una experiencia constante en la elaboración de vacunas Rusia, luego la Unión Soviética y luego Rusia de nuevo, mantiene espacios dedicados a la elaboración de vacunas desde hace 253 años. Laboratorios, con la herencia que iniciara Catalina la Grande, contra la viruela.

Ante la proliferación de esa enfermedad, Catalina llamó al doctor inglés Thomas Dimsdale con el propósito de que se le realizará una variolización, proceso que consistía en colocar material orgánico infectado con viruela en el cuerpo de una persona sana con el propósito de generar lo que hoy conocemos como inmunidad.

Catalina se negó a cualquier prueba en terceros, pretendía hacer de sí misma y de su hijo un ejemplo para su pueblo, asegurando así que el proceso era completamente seguro. Lo mismo que hizo Vladimir Putin con una de sus hijas al aplicar la vacuna Sputnik V, desde el 26 de agosto de 2020.

A pesar de las recomendaciones de su séquito, el escepticismo de sus pares y las reservas de Dimsdale, en 1768, Catalina y su hijo Pablo fueron inoculados con excelentes resultados.

Luego de estos resultados y de la popularidad que alcanzó la reina, el patrocinio de la inoculación por parte de la familia imperial se volvió tradición. A principios del siglo XIX, el zar Alejandro I apoyó un extenso plan para expandir el uso de vacunas en todo el imperio, mientras que su madre, la emperatriz María Fiódorovna, extendió su uso en los orfanatos.

Ya como Unión Soviética, el Gobierno tomó medidas para erradicar la viruela, con un decreto firmado directamente por Lenin haciendo la vacunación contra la viruela obligatoria. De esta manera, la viruela fue prácticamente eliminada en el país más grande del mundo para 1936. Durante la guerra fría el surgimiento de la polio también forzó lazos de información médica entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El médico y virólogo Jonas Salk diseñó una vacuna con virus muerto contra la polio y comenzó a realizar pruebas en humanos a partir de 1952, poco tiempo después el doctor Albert Sabin, virólogo polaco-americano, introdujo una nueva vacuna, creada con cepas atenuadas de la poliomielitis, más eficiente y económica. La vacuna lleva mundialmente el nombre de Sabin.

Viendo esto, Mikhail Chumakov, Marina Voroshilova y Anatoli Smorodintsev, virólogos soviéticos, viajaron a Estados Unidos para trabajar con Sabin. Con autorización del FBI, el grupo de científicos regresó a Leningrado con la vacuna en 1956, donde finalmente comenzaron a probarla en 1959 en millones de niños, incluyendo sus propios hijos.

La vacuna rusa Sputnik V tiene una eficacia de 91.6% frente al Covid-19 en sus manifestaciones sintomáticas, según un análisis de los ensayos clínicos publicado el martes por la revista médica The Lancet.

La experiencia de Rusia en vacunas no es nueva, tampoco la desconfianza mal fundada hacia los descubrimientos científicos de ese país.

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