Estudian el fascinante pasado sumergido

por Redaccion
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  • El arqueólogo Guillermo de Anda, director del proyecto del Gran Acuífero Maya, explica que el mundo subterráneo guarda información sobre la vida de los mayas ancestrales; su investigación es un gran desafío para la ciencia

Entre Tulum y Cancún hay, como mínimo, más de 2 mil kilómetros de una extensa red de cuevas inundadas, cenotes y pasajes cavernarios; túneles del tiempo y depósitos naturales de agua que se extienden por toda esta región, sitios en donde, incluso, se encuentra el origen de la vida.

Su estudio, dice el director del proyecto del Gran Acuífero Maya (GAM), Guillermo de Anda, ha convocado desde hace cerca de medio siglo a grandes especialistas de diversas ramas del conocimiento, desde la biología hasta la arqueología subterránea, o arqueología subacuática, como se le conocía hasta poco.

Este conocimiento sobre la vida de los mayas ancestrales y de los pueblos; de nuestro tiempo, el simbolismo de los contextos sumergidos, la biodiversidad y otros aspectos se reúnen en el libro Exploraciones del mundo subterráneo.

Un acercamiento al gran acuífero maya, coeditado por el Aspen Institute México y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que, además, presenta los más recientes hallazgos y planteamientos del proyecto investigativo, el cual, en su parte arqueológica, es apoyado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El volumen, del que se prevé que exista un segundo, está conformado por nueve capítulos como “Reconsideraciones de la connotación sexual de las cuevas: las implicaciones políticas del motivo sexual”, escrito por el académico de la Universidad de California, James Brady, otro está dedicado a las nuevas hipótesis relativas al Cenote Holtún, ubicado en la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, y el cual, según propuestas de especialistas, habría fungido en tiempos prehispánicos como un observatorio astronómico-solar; mientras que el biólogo Arturo Bayona Miramontes aborda la importancia de los estromatolitos, organismos que se remontan a los inicios de la vida en el planeta y que, en Quintana Roo, se preservan en diversos cuerpos acuíferos, motivo por el cual se plantea que la entidad se reconozca como un santuario para dichos seres.

En entrevista, De Anda explica el trabajo de los especialistas que abordan el patrimonio hídrico, geológico, paleontológico, arqueológico y cultural de la zona – que desde 2017 se ha buscado sea reconocida como Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, por lo que se realizan las gestiones necesarias para conseguirlo.

¿Lo subterráneo forma parte del gran rompecabezas del mundo maya?

Sin duda. Es una parte esencial del rompecabezas que, en el pasado, no había sido tomado en cuenta por los colegas por muchas razones, una de ellas es probablemente logística y es que hay cuevas en toda Mesoamérica; si hablamos del área maya pues los sitios arqueológicos están construidos sobre cuevas, de modo que su exploración representa dificultades logísticas porque son difíciles de acceder.

No todo mundo está hecho para estar en las cuevas, para trabajar en ellas, esto siempre resultó un obstáculo; además, es muy caro hacer investigación en cuevas, no se diga en cenotes, por todo el equipo que se necesita, por eso habían estado un poco relegadas.

Sin embargo, ahora sabemos que no solamente están dando muchísimas respuestas a temas que no habían sido resueltos en la arqueología de superficie, precisamente por la conservación que estos sistemas propician. Por ejemplo, tenemos materiales muy bien preservados, los pocos textiles que conocemos de los mayas han venido de cuevas o cenotes, así es el nivel de preservación que nos dan estos sistemas y el nivel de la importancia de los materiales que podemos recolectar de ellos o tener la información.

¿Cuántos años de trabajo se reúnen en este libro?

Tal vez 25 años de exploración subterránea. En el caso del Doctor Brady, padre de la arqueología de cuevas mayas, lleva trabajando en ellas por al menos 50 años, desde que publicó su tesis doctoral sobre Naj Tunich y, de alguna manera, empieza a poner en el mapa de la arqueología la importancia de las cuevas.

Arturo Bayona habla de los estromatolitos, las primeras formas de vida en la tierra, lleva 40 años trabajando en estos contextos. En fin, el volumen es la suma de muchas décadas de trabajo. Uno de los temas destacados es la importancia de los estromatolitos.

Sí, dieron origen a la vida en la Tierra, estas colonias de cianobacterias son encargadas de la producción del primer oxígeno atmosférico que hizo que la atmósfera fuera respirable. Es fascinante, estamos hablando de 3 mil 500 millones de años sintetizados en una serie de colonias que parecen piedras, pero son en realidad un esqueleto calcáreo externo y los tenemos aquí, vivos.

De modo que en el libro estamos hablando no solamente de un sistema maravilloso acuático, sino también de un sistema de cuevas, de un aparato que alberga y recibe turismo, del cual vivimos; de un sistema que nos da claves para entender el pasado y el origen de la vida. En este sentido estamos tratando de recopilar una nueva forma de hacer arqueología subterránea, nos gusta ahora llamarle así, ya no tanto subacuática porque estamos planteando que es una especialidad que abarca todos los temas debajo de la tierra.

¿Se hace escuela en México de este estudio arqueológico?

Es lo que estamos tratando de hacer a través de dictar una manera de entender estos sitios. Hacer escuela en la teoría del estudio de las cuevas, que no se limite simplemente a la exploración, al descubrimiento, sino que tengamos una visión global de lo que pueden representar, de qué es lo que están manifestando en relación, por supuesto, a los sitios de superficie. En este sentido y dada la abundancia de cuevas en México, muy particularmente en la península, es que sí se está logrando.      El Heraldo de México/Alida Piñón

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